Páginas

31 enero 2007

Carta de La Comunidad Indígena de Amaicha del Valle a León Gieco


Documento entregado el sábado 27 de enero, en la sede de la Comunidad, en Los Zazos



DECLARACION DE LOS PUEBLOS DE LA NACION DIAGUITA ANTE LA VISITA DE LEON GIECO EN NUESTRO TERRITORIO.-

Estimado hermano León
Estimados visitantes
Hermanos Indígenas de la Nación Diaguita

BIENVENIDOS A NUESTRO TERRITORIO.

En primer término queremos agradecer la presencia del Sr. León Gieco y celebrar su trayectoria artística y su compromiso con los derechos humanos y en particular con la causa indígena.- Poder contar con dicho apoyo nos convence aun mas sobre nuestra reivindicación histórica respecto a nuestros derechos a las tierras, territorios y recursos naturales.

Decimos que este territorio tradicional tiene su antecedente histórico en una Cedula Real, celebrada entre los Pueblos de Amaicha y Quilmes con la Corona Española de 1716, reconocimiento que continuamos reivindicando para sea respetado y restituido por los Gobiernos a sus verdaderos dueños originarios.-

Ello incluye la restitución inmediata de la Ciudad Sagrada de Quilmes a la Comunidad India, que a pesar de una sentencia favorable, no cuenta con la voluntad política de los Gobiernos de turno de llevar adelante una reparación histórica. Asimismo las Piedras Sagradas (Los Menhires) de las Comunidades Indígenas de Tafi del Valle, esperan el mismo camino.

Aprovechamos la oportunidad para solidarizarnos con nuestros hermanos Diaguitas del Valle de Trancas y de Tafi, respecto a los desalojos inminentes que se están produciendo actualmente en sus territorios.

Con respecto a nuestros recursos naturales en nuestro territorio tradicional, rechazamos las actividades mineras que están desarrollando las Empresas Multinacionales La Alambrera y Agua Rica en la Provincia de Catamarca. Ello afecta gravemente a nuestra madre tierra, PACHAMAMA, hiere su seno mas íntimos, destruye nuestras vidas, poniendo en peligro la integridad de nuestros Pueblos y futuras generaciones.

Celebramos y recordamos a Gerónima Sequeida y Melchora Avalos que mediante nuestro canto ancestral hayan compartido con Ud. diversos escenarios, ello nos enorgullece. En dichas canciones se cuaja el mensaje de nuestro sentir indígena como pueblos originarios de acuerdo a nuestra cosmovisión. Por esto no queremos que se pierda, porque nuestras copleras y copleros son las encargadas de transmitirlo de generación en generación.

Por todo ello estamos trabajando a fin construir una sociedad más democrática, respetuosa y tolerante de la diversidad cultural para poder convivir en un mundo mejor.

Agradecemos vuestra visita y auguramos el compromiso de todos uds, a comprender nuestra cosmovisión y que nuestra PACHAMAMA permita un feliz retorno a sus hogares.

PACHAMAMA KUSILLA KUSILLA.-
Firman:
Elvira Verónica Pastrana - Consejo de Ancianos Comunidad Indígena Amaicha del Valle

Maria Elena Balderrama - Consejo de Ancianos Comunidad Indígena Amaicha del Valle
Luís Cesar Segura - Consejo de Ancianos Comunidad Indígena Amaicha del Valle
H Mario Quinteros - Cacique Comunidad Indígena Amaicha del Valle
Francisco S Chaile - Cacique Comunidad India Quilmes
Carlos Cruz - Cacique Comunidad Cerro Pintado – Las Mojarras
Eduardo A Nieva - Apoderado Legal Comunidad Indígena Amaicha del Valle
N Rosana Sánchez - Sec. Educación Comunidad Indígena Amaicha del Valle
Mariela J Flores - Comisión de Juristas Indígenas en la Republica Argentina

29 enero 2007

León en Amaicha a la luz de la luna


Maravilloso. Mágico. Así fue el espectáculo de León. Redondito, sin fisuras ni dobleces. Auténtico. Dos horas antes del festival (en club de Amaicha) se llovió todo, incluso con granizo. A las siete de la tarde paró y los grupos tucumanos comenzaron con su faena. Taha Huairas cumplió, Tafinando anduvo bien pero podría haber elegido un mejor repertorio (teniendo en cuenta la ansiedad del público). El Yuca no aflojó y fue impresionante.

Cuando subió León la cosa se puso buena. Dividió el espectáculo en tres etapas y a esa horas la luna corrió a las nubes y tampoco se perdió detalle.

Un repaso por sus primeros temas, después algo de los 80 y los 90. Sencillamente, muy bueno, con un público bien mezcladito. Mucha familia. Solamente un grupito, muy pequeño que fue callado por una silbatina, intento protestar en contra del gobernador José Alperovich.

En el medio, hizo subir a un puñado de copleras que entregaron sus tradicionales y algunas pícaras coplas. Luego un abogado de la comunidad indígena leyó un documento reclamando la entrega de las tierras que están en Quilmes. Luego llegó el final. Sin estridencias. Algunos esperaban a un León tradicional con los temas de siempre. Sin embargo, entregó mucho de lo nuevo. Hubo una emocionante versión de "Yo soy Juan".

Lo más bello, fue haber recibido un baño de utopía, porque en definitiva, León nos mostró que la utopía goza de buena salud y está a la vuelta de la esquina.


Un mensaje interesante de León fue reconocer que luego de tanto maltrato de los gobierno: "Hoy los argentinos comenzamos a subir un escalón" (León dixit). Frase que, por supuesto, ni figuro en la crónica de La Gaceta, pese a tuvo gente allí y escucharon lo mismo que nosotros, en medio de un cerrado aplauso.

A 10 años de la partida del "Gordo" Soriano


Breve info sobre él


Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en enero de 1943. En 1973 publicó su primera novela Triste, solitario y final, traducida a doce idiomas. En 1976, después del golpe de Estado, Soriano se trasladó a Bélgica y luego vivió en París hasta 1984, año en que regresó a Buenos Aires. En 1983 se conoció en Buenos Aires No habra mas penas ni olvido, llevada al cine por Héctor Olivera, que ganó el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín. En 1983 se publicaron seis ediciones de Cuarteles de invierno, ya considerada la mejor novela extranjera de 1981 en Italia, y llevada dos veces al cine. En 1984 apareció Artistas, locos y criminales , y en 1988 Rebeldes, soñadores y fugitivos, colecciones de textos e historias de vidas. Ese mismo año se publicó A sus plantas rendido un león, la novela de más éxito editorial de los últimos años. Entre 1989 y 1990 escribió Una sombra ya pronto serás, llevada al cine en 1994 una vez más por Héctor Olivera . En 1993 publica Cuentos de los años felices, historias cortas, la mayoría de las cuales aparecieron en el periódico Página/12, del cual Soriano es asiduo colaborador.Las novelas Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido, Cuarteles de invierno y A sus plantas rendido un león han sido publicadas en veinte paises y traducidas a los idiomas inglés, francés, italiano, alemán, portugués, sueco, noruego, holandés, griego, polaco, húngaro, checo, hebreo, danés y ruso. Murió el 29 de enero de 1997 en la Ciudad de Buenos Aires.


Aquí va un cuento de Soriano



Caídas
Osvaldo Soriano.
Mi padre tuvo tantas caídas que al final no recordaba la primera. Lo vi despeñarse con una motoneta camino de Plaza Huincul y años más tarde se dio vuelta con el Gordini, cerca de Cañuelas. Mi madre me contó que una vez, cuando yo era muy chico, se cayó sin mayores daños de un poste de teléfonos y como era bastante distraído solía tropezarse con los juguetes que yo dejaba tirados en el suelo.
Una tarde de diciembre de 1960 alguien vino a avisarme que lo había atropellado un auto. Llegué sin aliento en una bicicleta prestada y lo encontré estirado en la calle. Estaba un poco despeinado, con los ojos abiertos y la cara muy blanca. Sobre el asfalto había un poco de sangre manchada por las huellas de unos zapatos. La gente se apartó para dejarme pasar y un tipo me dijo ya estaba por venir la ambulancia. Alguien que le había puesto un pulóver bajo la nuca me alcanzó los anteojos que se habían roto con la caída.
Nadie hablaba y yo no sabía qué decir. Me arrodillé a su lado y le hablé al oído tratando de que la voz no me saliera muy asustada. Le pregunté si podía escucharme y alguna tontería más, pero no abrió la boca. Entonces fui pedir que me ayudaran a llevarlo al hospital pero me dijeron que no convenía moverlo porque debía estar muy estropeado. El paisano de sombrero negro que lo había atropellado estaba llorando dentro del coche y tampoco me hizo caso. Volví a sentarme en la vereda y le tomé una mano. Estaba fría y blanda como la panza de un pescado. No llevaba más que el anillo de casamiento y el Omega con la correa de cuero. Me pregunté qué haría allí, en la otra punta del pueblo, cruzando la calle como un chico atolondrado. En esos días había cumplido los cincuenta y recién ahora me doy cuenta de que corría contra el tiempo. No había hecho nada que le sirviera a él y la única vez que salió en los diarios fue después del accidente, entre un cuatrero detenido en General Roca y un incendio en la usina de Arroyito.
Con los primeros calores de aquel verano había tomado la decisión de abandonar Obras Sanitarias y montar un taller de tornería. Mi madre se oponía porque no creía en su suerte. Entonces me llamó a su escritorio para que le dijera con toda sinceridad si yo le veía futuro en los negocios. De verdad, visto como lo vi entonces, con el chaleco de lana gastado y el pantalón lustroso, no me animé a apostar por él. Me convidó un cigarrillo, dejó que le explicara un complicado asunto de polleras y ya pasada la medianoche, en voz muy baja, me explicó que estaba cansado de esperar, de correr de un desierto a otro mientras se le iban los años y se le arrugaban los cueros. Dijo no estar arrepentido de nada pero se le leía la culpa en los ojos. ¿Culpa de qué? Nunca lo sabré. Aquella noche intentó darme otro de sus consejos, pero no servía para eso. Palabras más o menos, me dijo: "Por mejor que uno se explique y justifique, nada cambia. Siempre se cometen los mismos errores. Una caída dibuja la próxima y por eso creemos en un Dios, en alguien que haya aprendido a no quemarse dos veces con la misma leche". Cosas así eran las que solía recitarme a la medianoche mientras limpiaba compases y tiralíneas frente al tablero de dibujo.
Le dije que no se calentara, que cualquiera hacía plata si eso era lo único que se proponía y que él estaba para otra cosa. Lo suyo era correr por ahí, andar a la deriva para no llegar a ninguna parte. A él y a mí nos daba lo mismo un lugar u otro siempre que tuviera una estación y algunas leguas por delante.
Ese día salimos a caminar por los andurriales, yo estornudando por el polen y él tosiendo su tabaco. Me hablaba de lo que haría cuando tuviera un taller con seis tornos y no sé cuántas máquinas para fabricar herramientas. De a ratos lo situaba en Córdoba y después lo ponía en Mendoza para abastecer también a los chilenos. Sin darnos cuenta llegamos al río y de pronto se jactó de haber sido muy buen nadador en su juventud, allá en Campana. Señaló la isla bajo el puente y me desafió a ganarle a contracorriente. Cambié de conversación porque el Limay es profundo y temí que se ahogara. Yo tenía menos de veinte años y me parecía imposible que mi padre pudiera ganarme en algo. Insistió y puse como excusa una contractura del fútbol o algo parecido. No me oyó o no quiso oírme y empezó a quitarse la ropa ahí mismo, abajo de la luna, hasta que sólo se quedó con unos ridículos calzoncillos celestes que le llegaban hasta las rodillas. Bravuconeaba, supongo. Tenía todo el pelo blanco pero ahora estaba de nuevo en el Delta junto a sus amigos y con toda la vida por delante. No sé qué pensé mientras lo miraba alejarse tirando brazadas. Creo que me daba pena verlo pelear contra su propia sombra. Me toreaba a mí pero la bronca, como el agua, venía de lejos y nos mojaba a los dos.
En un momento lo perdí de vista hasta que al rato me gritó desde la isla. Yo no quería seguirle el juego. Tampoco estaba seguro de animarme a atravesar el río. Le contesté que se dejara de joder, que volviera, y me senté a esperarlo. Calculé que no iba a tardar porque no podía estar mucho tiempo sin fumar. Pero también esa vez me equivoqué. Me pidió que escondiera su ropa y que me fuera a casa porque tenía ganas de dar un paseo por la isla. A dos pasos había un muelle con botes pero ninguno de los dos quería ridiculizarse. Llamé al barquero y le di la poca plata que tenía para que le alcanzara el paquete de cigarrillos e intentara traerlo de vuelta. Pero no volvió. Se quedó pitando en silencio en la otra orilla hasta que me cansé de su juego y me fui a dormir.
Creo que fue ese episodio el que lo alejó por un tiempo de mí y del taller de tornería. La tarde en que lo encontré tirado en la calle temí que se muriera con la impresión de que yo lo había abandonado. La ambulancia tardó siglos en llegar y lo llevó a un hospital donde me dijeron que tenía el cráneo roto. Mi madre se quedaba a su lado durante la mañana y a la tarde iba yo. Cuando pudo mover los labios me dijo que se había gastado el aguinaldo completo en la primera cuota del torno y no se animaba a decírselo a mi madre.
Era otro de sus juguetes tardíos pero todavía no estaba seguro de poder disfrutarlo. "¿Me voy a morir?", me preguntó cuando se dio cuenta de que tenía una bolsa de hielo sobre la cabeza. Le dije que no, aunque no era seguro, y le pregunté dónde estaba su famoso torno. "Llega de Buenos Aires en el tren de la semana que viene; es una hermosura, no te imaginas", me contestó muy serio. Una enfermera había puesto las cosas que llevaba sobre la mesa de luz. El pañuelo, el encendedor, la billetera vacía, unas monedas y el folleto del torno que era italiano y parecía una nave espacial. "¿Te duele?", dije y me senté cerca de la ventana a mirar a las chicas que atravesaban el jardín. "Sí, desde hace mucho", murmuró. "¿Qué me pasó ahora?" Le conté que lo había agarrado un auto y se había golpeado la cabeza contra el pavimento. Pareció sorprenderse, como si le dijera que se había caído de la calesita: "Y a tu madre, ¿qué le vamos a decir?". Se refería al aguinaldo y a todo lo que otra vez no podríamos comprar. Cerró los ojos y se durmió. O tal vez en su confusión de huesos rotos y sesos desbaratados pensaba en lo buena que hubiera sido su vida sin mi madre y sin mí. Me incliné para decirle al oído que no siempre se puede ganar, que a veces hay que saber quedarse de este lado de la orilla. Hizo una mueca de disgusto y entornó los párpados: "Eso es de cobardes; los ríos están para que uno los cruce". Como siempre, del infortunio sacaba alguna lección que lo disculpaba ante los demás.
Después de hablar con el médico tuve miedo de que aquella fuera su última metáfora. A mi madre le dije que la plata del aguinaldo se la habían robado en la calle mientras estaba caído y que de todos modos para nosotros no habría fiestas ese fin de año. Antes de Navidad lo trasladaron a casa, flaco y vendado como un faquir. Ocultaba el folleto del torno abajo de la almohada. No sé si mi madre se creyó el cuento del aguinaldo robado, pero en Nochebuena no tuvimos festejos ni palabras bonitas. Mi padre pasaba las horas inmóvil, con la mirada puesta en el techo. Un día me hizo una seña para que me inclinara a escucharlo: "Véndelo", susurró, "cuando llegue véndelo por lo que te den". Me pareció que contenía un lagrimón y le dije que no, que ahora estaba en medio de la corriente y tenía que nadar. Después de todo, eso era lo que había querido enseñarme. Hizo un gesto de alivio, me pasó un brazo alrededor del cuello, y dijo: "Está bien, pero no te olvides de mandarme un bote con los cigarrillos".

Osvaldo Soriano

24 enero 2007

Con el legado a cuestas

La tradicional mirada de la militancia sostiene que necesariamente los partidos políticos requieren de cuadros para su crecimiento y fortalecimiento. “Cuadro” entendido en términos de alguien que está comprometido las 24 horas del día en la acción política cuya acción, además, está sostenida por un sólido conocimiento teórico de la doctrina, del dogma.
En ellos, especialmente en quienes se reconocen con fuertes raíces en el peronismo, adquiere una significativa importancia el legado (o los legados) que dejaron Perón y Evita, como ineludibles referentes de un movimiento lleno de contradicciones pero que tuvo como característica esencial su compromiso con las clases más populares, que se tradujeron en el nacimiento de la clase media argentina, el sensible mejoramiento de las leyes de protección obrera (social y provisional), la mejor distribución de la riqueza. A estas medidas se sumaron las medidas de corte nacionalista en materia de protección del patrimonio argentino. Y mucho más.
Todo esto constituye un anclaje de fuerte valor para quienes, menemismo mediante, aún continúan identificándose con la iconografía y la liturgia peronista. Frente a ello, cuál es el espacio que adquiere ese legado como motor de la acción política? En cuánto se siente identificado un joven militante nacido en los 80 con ese legado, si sus referentes fueron Luder, Herminio, los Saadi, los Manzano, Menem y Cía?. Es más, lo más cercano a ese legado estuvo fuera del pejotismo tradicional: Chacho Alvarez, Germán Abdala, Luis Brunatti, Pino Solanas. Cierto es que en el universo de referentes nacionales y provinciales hubo algunas excepciones que se quedaron dentro del PJ, pero no es menos cierto que en nada influyeron en quienes tuvieron a su cargo la conducción.
Las transformaciones que vivió nuestra sociedad en la última década han calado tan hondo que hasta modificaron el horizonte sobre el que se debe hacer política. El modelo de “cuadro” debe hoy mutar hacia un concepto mucho más flexible, de redondeles. Capaz de dejar de lado el supuesto legado, bastardeado hasta el hartazgo, para construir algo nuevo, en un escenario donde aún suena con mucha fuerza el “que se vayan todos” de los días 19 y 20 de diciembre del 2001.
Ese legado debe girar hacia un concepto más dinámico, sin que ese anclaje impida la aceptación de un nuevo modo de diálogo con las nuevas generaciones de militantes que atraídas por el desafío de la militancia, están muy lejos de reconocerse en esa historia, de la que obviamente también son hijos. No se trata de hacer negación de ese pasado, que aún despierta polémicas y dolores. Sí, en cambio, de reconocer que el paradigma y los dogmas tradicionales son obsoletos.
En quienes tenemos esa llama que nos lleva inevitable e inexorablemente a la acción política, desde distintos lugares y funciones, anida la responsabilidad de saber leer lo que nuestra sociedad hoy pretende de quienes la representan. No desde de un carácter demagógico, sino desde la inteligencia que permitirá construir puentes. Acercar la política a la gente.
Enriquecer la militancia con experiencias cotidianas, con el nervio atento a las señales que a diario da la sociedad –acompañada en muchas ocasiones por reclamos que, es cierto, a veces molestan- es el desafío. Esto reivindicará el carácter transformador del proceso y la actividad orientada ideológicamente hacia la toma de decisiones de un grupo para conseguir sus objetivos: la Política.
En tiempos actuales, turbios y de incertidumbre, pero también lleno de esperanzas frente a un Presidente de la Nación que está demostrando que quiere romper los lazos con lo peor de la política -sin hacer negación del pasado- Generación K debe ser la herramienta para el nacimiento de lo nuevo. O no será nada, sólo un tibio intento.

17 enero 2007

Esta en nosotros

“Somos herederos de la duda y el temor
somos alquimistas de la nueva revolución” (Raly Barrionuevo)

No hay duda de ello, nadie discute hoy que la historia no es un proceso lineal. Al contrario, su principal protagonista es el pueblo, los hombres, y por lo tanto, está marcada por sus propias contradicciones.
Sin embargo, cada momento, cada etapa, cada instante tiene sus protagonistas. Por acción u omisión. Por decisión política, por temor o tibieza. Nada es casual.
Así está hecha nuestra historia reciente. Todo parece tan lejano y tan cerca a la vez. Las postales, las fotografías tienen aún una fuerza incontrastable: Poncho y patillas, el festejo por las privatizaciones, la pizza y el champán, “ramal que para, ramal que cierra”. Indultos. Desaparición del Estado (por un Estado inútil). Relaciones carnales. Palito Ortega al poder. Bussi gobernador. Bonos. El “somos más” aliancista. Fernando de la Duda. Blindaje. Corralito, 19 y 20 de diciembre/2001. Saqueos. Cinco presidentes. Duhalde. Asesinato de Kostequi y Santillán. Desnutrición en Tucumán: Miranda y Cía. Adelanto de las elecciones. Kirchner y Menem en la recta final: Kirchner. Un nuevo tiempo. En medio de todo: el pueblo (la gente: denominación que comenzó a acuñarse en los 90 por temor a que “pueblo” sonara a setentista. Además, afín al pensamiento único de que las ideologías habían muerto-¿?-)
Obviamente, nuestro país no es apto para cardíacos, aunque seguramente mucho más rico en matices y experiencias que la previsible Suiza o la gélida Noruega. Y aquí estamos nosotros. Hijos de un tiempo complicado, criados en medio de un cambalache, todos manoseados.
Para quienes pintamos más de 30 años nos parece que el tiempo al que asistimos es sencillamente maravilloso. Pero a no relajarse. No basta con que hoy podamos hablar en voz alta sobre distribución de la riqueza y derechos humanos. No basta. Quienes defienden los antiguos derechos de las minorías están esperando un desliz, un traspié, una duda, para hacer lo suyo: mantener el status quo.
Esta etapa es el fruto de mucha lucha, compromiso y coraje. Coraje de un Presidente, Néstor Kirchner, que supo leer en el nuevo tiempo las necesidades populares. Sus reclamos y sueños. Sus dolores y ansiedades. Esta en nosotros que sepamos encontrar el pulso de la historia y asumamos el rol de alquimistas de la nueva revolución, del cambio. Es decir, que seamos efectivos mensajeros de la lucha, la verdad y sobre todo, la dignidad.
Claro, no es fácil, porque nos toca construir sobre una cruda realidad. A cada paso una sorpresa, un escollo, una barrera por superar. Y obviamente, nuestra provincia, no está al margen. Muy por el contrario. Una mirada ajena apenas podría creer que quien hoy pasa sus grises días en el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga, hace no mucho tiempo ocupó el Sillón de Lucas Córdoba. Fue gobernador. Así es Tucumán, lleno de matices.
Por eso, el piso desde el que debemos reconstruir la política es muy bajo. Desde los mismos cimientos. De allí la necesidad de hacer una lectura correcta sobre lo que le pasa a nuestro pueblo. Parafraseando al asesinado monseñor Luis Angelelli, nuestra acción debe tener un solo horizonte, de acuerdo a la siguiente premisa: “Con un oído siempre en el pueblo”.
Esto requerirá de un efectivo ejercicio de reflexión y de acción. Esta última, sobre todo, porque es la que irá dejando mojones a lo largo del camino que estamos construyendo y será la guía que permitirá que los compañeros que asisten con esperanza, pero con desconcierto ideológico, al nuevo tiempo, sean capaces de convertirse en eslabones de una interminable red que deberá recuperar la política como la herramienta para mejorar la vida de los tucumanos. Esta en nosotros.

11 enero 2007

De brechas y abismos

Apuntes para debatir desde un horizonte K

Una veloz mirada desde el interior del país sobre estos tres años de gestión del Presidente Néstor Kirchner, no pueden arrojar sino, casi exclusivamente, un balance positivo. El significativo mejoramiento de la calidad de vida de quienes habían sido arrojados a la nada, al vacío, durante la profunda crisis política y social que produjo el diciembre del 2001, es inobjetable.
Pero no se trata solamente de cifras de las frías estadísticas. Esta vez, el cambio fue concreto y efectivo en cada barrio, en cada escuela, en las casas de miles de argentinos. La recuperación del sistema de salud, la millonaria inversión en educación y la asistencia social directa, según los parámetros actuales, fue la más importante desde el retorno de la democracia en 1983.
Esta acción impulsada por el propio Kirchner le devolvió al Estado un rol protagónico que había perdido durante los años 90, cuando fue reducido a su mínima expresión y para colmo, se lo hizo inútil para los más desprotegido, pero sí muy útil para quienes fueron cómplices del desguace del Estado por medio de las escandalosas privatizaciones. Así, la brecha que separa a ricos y pobres se hizo cada vez más profunda: se transformó en abismo.
Hoy, las inmejorables condiciones del mercado internacional y una firme voluntad del Presidente de la Nación, han hecho posible que la diferencia de ingresos entre el 10 por ciento más rico de la población y el 10 por ciento más pobre se redujera de 42 a 35 veces, según los datos del propio INDEC. Este hecho se sostiene en dos pilares: la suba del empleo y el crecimiento de los salarios. Claro que esto produjo fuertes cruces con el “establishment” económico, sólo superados por el fuerte respaldo político que supo construir Kirchner en estos tres años, pese a haber asumido como Presidente de la Nación con apenas 22 puntos a su favor.


La obra brecha

“El futuro se hace a mano y sin permiso. Arando el campo también con viejos bueyes” (Silvio Rodríguez)
En este escenario absolutamente favorable no fueron pocos los intentos K por mostrar una nueva forma de construcción política. La “transversalidad” fue uno de ellos. Una mirada pesimista dirá que de ella no se habla porque fue un fracaso, porque en los hechos el Presidente está conteniendo a referentes (de la vieja política) que en su momento estuvieron con Duhalde y antes con Menem.
Sin embargo, la acción política (“la real politik”) sobre la que muchas veces cuesta hablar porque trasciende las teorías y se propone como acción concreta, demuestra que el futuro también se construye con algo de lo viejo y sobre todo, con el ímpetu, la voluntad y los sueños de lo nuevo. Que se hace a mano y sin permiso, como dice Silvio Rodríguez, también es cierto. Y es lo que hasta el momento está construyendo, aún lentamente Kirchner. De allí la obligación de todo militante de templar las ansiedades. Paciencia, que le dicen.
Sin embargo, no es menos cierto que los procesos también requieren de un trabajo subterráneo, necesario e imprescindible, que es la discusión política: Hacia dónde vamos, cómo lo hacemos y cómo nos reconocemos como hijos de un mismo tiempo político. Transitando por este camino, irremediablemente lo viejo irá perdiendo espacios.
Claro que esto no es Matemáticas. Esto es mucho más que sumar uno más uno. Se trata, nada menos, que de ideas, proyectos y horizontes. Este es el momento para estimularlo y proponerlo, conscientes de que en esta etapa, ineludiblemente habrá polémicas y sobre todo, debate.
Nuestra obligación es ser partícipes de la tarea de achicar la otra brecha. La que dividió la política de la acción concreta. La primera reservada exclusivamente a negociados y adquisición de beneficios, olvidando que es el motor para mejorar la vida de la gente. Entendiendo a esta no como un colectivo que no piensa, sino como factor determinante en los cambios de la historia.
Generación K debe ser ocupar este espacio. Quienes tenemos entre 20 y 40 años seremos la “Generación del Bicentenario”. Algunos de nosotros ocuparán en ese momento lugares claves en el Estado. Tomarán decisiones. En nosotros está, entonces, la posibilidad de ser hijos de un rico tiempo, en el que podremos constituirnos en puentes entre lo que le pasa a la gente y la política, o grises hombres que pasarán sin pena ni gloria, sin siquiera saber que existe la otra brecha: la de los operadores de la política y el hombre común.