Páginas

06 marzo 2017

La inolvidable enseñanza del ají puta parió


La memoria encuentra las maneras más curiosas para devolvernos recuerdos que suponemos olvidados. Cada vez que visito Tilcara, esa hermosa ciudad que está rodeada de cerros en distintos tonos de marrones en el corazón de la Quebrada de Humahuaca, suelo almorzar en el Bar Azul, a la vuelta del tradicional mercado.

El bar es destino de los propios tilcareños, alejados de los restaurantes gourmet que también los hay y en buen número. Se puede disfrutar y a buen precio un plato de "picante de pollo" que viene acompañado por sopa y postre. Vale la pena.

La última vez que anduve por ahí pedí algo fuerte para condimentar unas empanadas. Cuando puse el
picante y mordí la empanada se abrió una puerta que me teletransportó a lo que supongo deben haber sido mis dos o tres años.

Parado en una galería que estaba en la parte de atrás de una antigua casa de unos vecinos, a donde mis padres me dejaban a su cuidado debido a que tenía que trabajar, observé un arbusto que me pareció del tamaño de un árbol, de cuyas ramas colgaban unos apetecibles frutos rojos que imaginé jugosos.

Bajé las escaleras, que me parecían gigantes, hice unos pasos sobre el césped, alargué mi mano, corté unos de los frutos y me lo llevé a la boca. En nada, todo fue fuego, un incendio. Fue la primera vez que sentí un ardor casi insoportable en los labios y mi gritos de ayuda dieron resultado.

En segundos estaba volando en los brazos de la hija de la vecina, que debe haber sido adolescente, y en menos tiempo sentí una catarata de agua fría sobre mi rostro. La intuición, por primera vez, me había fallado. Los supuestos frutos rojos eran en realidad los bien bautizados "ají puta parió" que jamás olvidaré.

He crecido bastante, estoy cerca de los 50 y en no pocas ocasiones elegí la opción incorrecta. Me he cruzado varias veces con ajíes puta parió que igualmente me han dejado los labios encendidos, puro fuego. Aún así, prefiero eso, antes que mirar pasar la vida sentado en el escalón de una escalera.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario