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08 agosto 2021

Manzur, el médico peronista inescrutable que calla y construye

Inescrutable, impenetrable, dueño de sus silencios, de sonrisa fácil pero difícil saber lo que piensa, incluso de quienes están a su lado. Este es uno de los mayores capitales de Juan Manzur, gobernador de Tucumán, presidente del Partido Justicialista local, uno de los vice presidentes del PJ nacional, ex presidente de la Convención Constituyente de Tucumán, ex vicegobernador y ex ministro de Salud de la Nación.

El desafío público a su conducción del vice gobernador Osvaldo Jaldo se inscribe en la larga lista de números dos del PJ tucumano que decidieron jugarse el todo por el todo en la carrera de la sucesión. Hasta aquí todo normal pero esta vez se produjo dos años antes de las elecciones para renovar cargos ejecutivos y en un contexto de pandemia. Los manuales de usos y costumbres aconsejan no hacer olas innecesarias cuando la sociedad sufre, sentido común que fue desoído por el vice, confiado quizás en que le alcanzaría con alinear a su propia tropa y hacer uso 24x7 del presupuesto que administra.

Patria sí, colonia no; no pidan de Manzur definiciones de este tipo que lo ubicarían en un sector del peronismo afín a la reivindicación de las luchas de los 70, más no reniega de ella y recibió en su despacho a Estela de Carlotto. Juancito, como lo llaman quienes se autodefinen como amigos por eso de sacar pecho de cercanía, lleva la marca del peronismo matancero, en donde se formó de la mano de Alberto Balestrini y desde donde comenzó a tejer su red de amistades y contactos que lo llevaron hasta donde hoy está. 

Antes, escribió en libros sobre ciencia e investigación, dio conferencias internacionales, fue consultor de las Naciones Unidas, en la Organización Panamericana de la Salud, en la Organización Mundial de la Salud y se especializó en estrategias en contra de las Hepatitis A, sobre todo en niños, para controlar la enfermedad. Así regresó a Tucumán, luego de haberse recibido de médico a los 22 años en la UNT, para ejercer el cargo de Ministro de Salud. En poco tiempo logró que los hospitales públicos se convirtieran en referencia de excelencia y que el largo brazo de las políticas estatales de salud llegara a cada rincón de la provincia.

Mitad academia, mitad observación y siempre escuchando más que hablando, tomó clases rápidas de peronismo básico local. Su primer gran desafío fue pilotear la Convención Provincial Constituyente en 2006 que dejaría atrás la redactada años atrás por el bussismo. No se movió ni un milímetro de los planes. Así comenzó a hacerse conocido por el peronismo orgánico de entonces que tenía a José Alperovich como mandamás.

Más tarde nadie discutiría su elección para ocupar la fórmula como candidato a vice gobernador. En 2009 , en medio de una profunda crisis sanitaria por la pandemia de gripe es convocado por Cristina Fernández para hacerse cargo del Ministerio de Salud. Reunió a expertos, a científicos y en dos meses enderezó el rumbo y se controló la situación. Actuó igual con el dengue. Mientras, su despacho se convirtió en la Meca de numerosos peronistas, históricos y no tanto, que buscaban acercarse al ministro estrella del gabinete nacional de entonces.

El presidente Alberto Fernández recordó a poco de asumir que cuando estaba afuera del gabinete -renunció por la crisis de la resolución 125 y las protestas de un sector del campo- llamó a Manzur para que lo ayudara a resolver un problema personal. Se sorprendió cuando lo invitó a su despacho para charlar, a riesgo de que se hiciera público y le pasaran factura por eso. Problema resuelto y favor que no se olvida. Peronismo básico.

En 2015 fue ungido gobernador de Tucumán con el 52% de los votos. Siempre cultivando el silencio como su principal capital, no fueron pocos los que imaginaron que Alperovich seguiría mandando. Antes tuvo que superar importantes movilizaciones de la oposición y de un sector del poder judicial que pusieron en jaque las elecciones por denuncias sobre fraude que se nacionalizaron. Los grupos Clarín, Infobae y La Nación le dieron una amplísima cobertura y utilizaron ese hecho como mascarón de proa para alimentar desde otro lugar la campaña que llevaría a Mauricio Macri a la Casa Rosada. Las denuncias luego se cayeron por inconsistencias pero el daño ya estaba hecho.

Todo fue cuesta arriba para Manzur en esos años, su imagen había quedado maltratada. En un giro inesperado armó un gabinete que lo alejó de Alperovich; junto a Jaldo jubilaron con anticipación al empresario y comenzó a construir tropa propia. Lo logró. Gestionó y gestiona sin discursos grandilocuentes, la vara con la que sus funcionarios miden que forman parte de su círculo de confianza son los hechos. Si está todo bien, no lo dice, los y las acompaña y se encarga de que no les falte nada.        

En 2017 y 2018 habló de más. En entrevistas a La Gaceta y Clarín los reflejos le fallaron y sentenció: "Cristina es un ciclo concluido". Desde Santa Cruz tomaron nota.

El gobernador tucumano junto a José Luis Gioja fueron dos piezas claves en la reconstrucción del peronismo para volver a ocupar la Casa Rosada. La sede del Consejo Federal de Inversiones (CF) de la Capital Federal se convirtió en el epicentro de numerosas reuniones de gobernadores y dirigentes del peronismo. Con ese horizonte Manzur realizó el 17 de octubre de 2018 el acto más grande del PJ nacional. Estuvieron desde Miguel Angel Pichetto, hasta Sergio Massa, Graciela Camaño y Marco Lavagna. Por el sindicalismo, desde Héctor Daer y Carlos Acuña, hasta Luis Barrionuevo, Julio Piumato, Andrés Rodríguez y Víctor Santa María. Los gobernadores más cercanos a Cristina Fernández enviaron sólo a sus vice. Hasta aquí, todo bien con Jaldo, al menos en la superficie. 

Después, se sabe, Cristina ungió a Alberto y todo cambió. El peronismo ganó y otra vez Manzur la tuvo cuesta arriba pero ahora para acercarse a la ex presidenta. No le fue fácil. Mientras se dedicaba a esos menesteres y de a poco volvía a sentir el calor de la cercanía con el cristinismo duro, aparecieron las primeras señales de Jaldo desafiando su conducción en el peronismo tucumano. ¿Habrá visto algo? ¿Tuvieron un encuentro en el que se desconocieron? Vaya uno a saber, el tiempo lo dirá. Lo cierto es que el empresario de Trancas, con cargos en la política tucumana desde 1987, se vistió de opositor a la gestión de su compañero de fórmula que no podía ser reelecto.

Manzur arrancó su segundo mandato con piloto automático, como algunos dirigentes señalaban, temerosos que estuviera pensando más en ocupar un cargo en la Casa Rosada que en construir poder propio en Tucumán. Pero llegó la pandemia, un escenario en el que como experto en temas de salud se mueve con comodidad, buen piloto de tormentas. Y despertó. Con contactos habituales con el Presidente y con asistencia suficiente desde la Casa Rosada para hacer frente a la pandemia, el médico rompió su siesta y su espacio de revitalizó. Desde la Legislatura Jaldo tomó nota y temió que sus sueños de sucederlo se desvanecieran. Y con razón.

El choque frontal en las PASO era inevitable. "El sueño se hace a mano y sin permiso", dice una canción de Silvio Rodríguez. La historia y las propias decisiones de Manzur generaron en el peronismo tucumano un escenario de recambio generacional y eso se refleja en cada circuito lectoral, en cada municipio, en cada comuna rural. Inesperado, con anticipación, pero siempre oportuno y necesario. 

Del lado de Jaldo se aglutinó un sector del PJ que amenaza con que conserva poder de daño y territorialidad, hoy puestas en duda. Providas, pañuelos celestes, antiderechos y conservadores a ultranza han encontrado abrigo en la Legislatura. Desde la vereda de enfrente, Manzur es gestión pura y dura, con dirigentes que se han convertido en referentes provinciales como sinónimos de efectividad en la gestión, aire fresco y futuro para el ciudadano/a común; por ejemplo, el intendente de Tafí Viejo Javier Noguera, la ministra de Salud Rossana Chahla, el diputado nacional Pablo Yedlin y el joven de Bella Vista Alejandro Melo, de La Cámpora.

Las cartas se han jugado. En cada década el peronismo tucumano atravesó por transiciones, por recambios generacionales. Manzur tiene 52 años, alguien parece haberse olvidado de eso. Mientras calla y sonríe se prepara para convertirse en la bisagra del PJ local. ¿Será?