24 noviembre 2012

La película de Kirchner, utopías de los 70 para el nuevo siglo


Opté por escribir estas líneas a horas de haber visto "Néstor Kirchner", la película-documental sobre el ex presidente. Con la guardia alta vi los primeros minutos, quizás por la naturaleza de mi profesión. Quise abstraerme y buscar un punto de equidistancia para analizar las imágenes como quien mira desde una atalaya.

Olor a los 70. Todo el film está atravesado por imágenes de militantes setentistas, incluso del propio Kirchner junto a su compañera Cristina Fernández. Los testimonios de su madre, su suegra, amigos, vecinos y compañeros de la política entregan ricos recuerdos -aunque uno se queda con ganas de mucho más- de
quien instaló de nuevo el debate político en el país, tras la sequía menemista y la corta esperanza del amontonamiento aliancista. Sin embargo, el que más sorprende es el del inasible Máximo, su hijo mayor, a través de quien se ingresa al mundo Kirchner desde otro lugar. El emotivo, el sensible y el del animal político.

Inolvidable. Han pasado varios años desde aquel 25 de marzo de 2004, cuando Kirchner descolgó los cuadros de Videla y Bignone de la galería de los notables del Colegio Militar. A ocho años de aquel gesto, los hechos han demostrado que no fue una pose, sino que el juicio y castigo a los culpables por los crímenes cometidos durante la dictadura fue y es una política de Estado. Ese día, marcó la cancha.

Pertenezco a la generación que abrazó las ideas, los sueños, la música y las utopías de los años 70 pero en los 90; cuando se nos miraba con ternura y desdén y se nos acusaba de nostálgicos, por nuestras acaloradas discusiones en los pasillos de la Universidad Nacional de Tucumán. Por entonces, se paseaban orondas las ideas del liberalismo a ultranza, el sálvese quien pueda y se rematan las empresas del país. Aún así, tozudo, me casé y tuve mi primer hija, Aimé. Un grito libertario, sin duda, en medio de la desazón.

Esas imágenes, las propias, vinieron a mí, mientras la pantalla del cine mostraba a un Néstor Kirchner sumergido en una maraña de abrazos y besos, reflexionando sobre la función de los medios, hasta el final. Tras su muerte se cumplieron las palabras del poeta Joaquín Areta que leyó el ex presidente durante un encuentro. "Quisiera que me recuerden por haber marcado un rumbo, porque emocioné su alma, porque se sintieron queridos, protegidos y ayudados. Porque interpreté sus ansias, porque canalicé su amor..."

Paula de Luque dirigió la película desde la mirada de quien se vio seducida por "Lupín", como lo recuerdan a Kirchner sus más allegados. No hay duda de ello. Eso, sin embargo, no le resta potencia y efectividad a un film que con los años seguramente crecerá en dimensión.

Cuando terminó el film mi guardia ya no existía. Me dejé atravesar por los documentos, la música, los testimonios y los fragmentos de algunos discursos memorables de quien llegó a la Casa Rosada con el 22 % de respaldo del padrón electoral y un 20 % de desocupación. Aún así, rejuveneció el significado de las palabras igualdad, aplicó políticas de justicia social y sobre todo, demostró que no todo es lo mismo.

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