17 abril 2013

Tucumán: las ruedas de prensa oficiales (David contra Goliat)

Escuchó la pregunta y la sintió como una piedra en el zapato. Miró de dónde venía, identificó quién la había lanzado, observó con enojo y no dudó. "Ustedes me quieren hacer pelear con Estofán" -en referencia a Antonio Estofán, el titular de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán-. Su respuesta no fue precisamente de las que acostumbra cuando se encienden las cámaras y los micrófonos que más tarde las repetirán hasta el hartazgo en medios afines.


El martes 16 de este mes, al mediodía, el gobernador José Alperovich perdió los estribos y respondió con evidente furia a una consulta de un periodista de La Gaceta. El interrogante, que no fue respondido, es lo de menos. O en todo caso, se convirtió en secundario. Lo evidente y sobre lo que casi no se habló fue sobre la desproporción. Si un gobernador demuestra enojo, malestar e incomodidad y le levanta la voz a un
periodista ante una pregunta, es seguro que también interpela al medio al que representa ese periodista.

No es menos cierto, sin embargo, que un gobernador que tiene casi una década en la Casa de Gobierno, es consciente de la desproporción que existe entre un trabajador de prensa y la figura del primer mandatario. Si la respuesta de este último es altisonante y se formula frente a otros periodistas, sabe que su destinatario quedará solo. Cualquier gesto de complicidad de sus pares podría costarles caro, como ya sucedió en otras ocasiones.

Las ruedas de prensa diarias de Alperovich se han convertido casi en un ritual, durante la visita a una obra pública. Sabe que puede marcar la agenda del día y esa es su intención. Por eso mismo, los hombres de la comunicación oficial tejen buenas relaciones con los trabajadores de prensa y buscan ganarse su confianza para poder anticipar las preguntas. Que no molesten y sean previsibles, son las consignas. Y que en el medio, Alperovich pueda decir lo que desee.

Cada vez que alguien se sale del libreto, los rostros se endurecen, el clima se enrarece y alguien le pone fin al contacto con la prensa, casi de inmediato. Todos a la camioneta de la Casa de Gobierno y se acabó.

No hay nada más duro para un periodista que tener que hacer silencio para evitar problemas. Su naturalización, lejos de beneficiar a la sociedad, la opaca. Por ello, la desproporción de la respuesta de Alperovich al periodista de La Gaceta o de cualquier medio, no puede ni debe dejarse pasar por alto, como si nada hubiera ocurrido. Tras esta opinión incomodaré a amigos y podría hasta sumar palmadas de quienes no pretendo ni deseo, pero algo es seguro: no hay nada peor para un periodista que tener que autocensurarse. 

No hay comentarios.:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...