20 octubre 2017

Una aventura bajo la caricia del viento andino


Carrera de aventura: combinación de dos o mas disciplinas, incluyendo orientación (si se requiere el uso de mapa con orientación) y/o navegación (cuando se usa un mapa como referencia sin uso de brújula). 

Trail running: deporte que consiste en correr “fuera de pista”, por senderos de montaña, huellas, rastros o caminos secundarios, a través de montañas, cerros y montes, cruzando arroyos y ríos, con grandes trepadas y abruptas bajadas.

A menudo me preguntan por qué participo de carreras de aventura o trail running, pudiendo correr en un parque o por lugares más tranquilos. Quienes me lo preguntan, no se dan cuenta que justamente en las tres palabras "lugares más tranquilos" se encuentra la respuesta.

No corro para sentirme joven, puesto que tengo 49 años y los llevo con dignidad; no corro para ganar porque llegar a la meta es mi objetivo; mucho menos participo pendiente del reloj y dejando de mirar el paisaje que me rodea. Reconozco, sin embargo, que siempre procuro entregar todo lo que tengo y lo recomiendo, pues así uno conoce hasta dónde es capaz de dar. Cuando
el cuerpo se cansa, ocupa su lugar la voluntad. Es decir, "no corro para sentirme tranquilo".

Esta vez, el desafío fueron los 35K de Tilcara, Jujuy, "Conociendo la Pachamama", la carrera que organiza todos los años, en octubre, Eco Atletas y que también contempla otras distancias tentadoras: 10K, 20K, 55K, 80K, 100K y 140K.

El desafío fue el domingo 15 y desde varios días antes me imaginé corriendo por esos senderos, bajo ese cielo azul diáfano, a pleno sol. A las 7.30 recibí el pasaporte y a las 8 en punto comenzó la carrera. Partimos desde los 2.450 metros sobre el nivel del mar (MSNM) en los que se encuentra Tilcara y debíamos llegar hasta los 3.950 para luego retornar hasta los 2.800 MSNM de Maimará y nuevamente hasta la plaza tilcareña.

La interminable subida fue por el mismo camino que recorren miles de promesantes que en Semana Santa trepan para rendir tributo a la Virgen de Punta Corral, agrupados en numerosas y coloridas bandas de sikuris. Se calcula que hasta 20.000 personas le dan vida al santuario, todos los años, lo que convirtió a esa muestra de fe en una de las más emotivas de Sudamérica.

Una de las consignas de este tipo de disciplina es controlar la ansiedad, mantener el paso a paso y procurar no detenerse. Esto último es lo más complicado porque el desafío se debe hacer en el menor tiempo posible y con un desnivel de 1.500 metros. Igual, pude.

Pude repetir también lo que a menudo hago cuando se trata de recorrer nuevos lugares: mirar hacia los costados y disfrutar de esos inmensos y bellos lugares que te hacen sentir como una cosa muy pero muy pequeñita en medio de una casi desbordada naturaleza. Uno se siente a merced del sol, del frío, del viento y de la misma tierra.

La silenciosa compañía de cardones, yaretas, pequeños arroyos con un hilo de cristalina agua y piedras en las sendas, piedras, muchas piedras, ayudan a la concentración si es que el cuerpo aguanta. Por momentos la senda se hace angosta y se puede mirar hacia abajo cientos de metros, poco apto para los que sufren de vértigo pero un paisaje tentador para los que nos sentimos atraídos por la Puna y sus misterios.

El viento, siempre el viento como compañía, junto al eterno sol que al mediodía se hace sentir. Para no rendirse al hambre y a la sed es conveniente hidratarse en forma adecuada. Pequeños y continuos sorbos del "camelbak" y la religiosa ingesta de un gel nutritivo cada hora, que puede complementarse con frutas secas, garantizan una correcta alimentación.

Uno de los momentos más emotivos de esta carrera fue llegar hasta el pueblo abandonado conocido como el Santuario de la Virgen de Punta Corral, a 3.900 MSNM. Este lugar desborda durante la Semana Santa y llegar allí acompañado sólo con el sonido del viento provoca una emoción espiritual, más que religiosa.



Desde allí se sube hasta los 4.000 MSNM y en un abrir y cerrar de ojos aparece ante los ojos, abajo, pequeña, la colorida Maimará, la ciudad de las flores más hermosas de la Quebrada de Humahuaca. Lejana, es el destino más importante antes de retornar hasta la meta.

El descenso es bravo. La senda tiene una marcada pendiente y gran parte es piedra suelta por su poco uso. Su bravura la convierte en un desafío que muchos evitan. Zig zag de bajada, control de piernas, concentración y mirar en qué lugar se hace cada paso. Así, durante dos interminables horas que son capaces de minar hasta las voluntades más aguerridas si no se está preparado.

Todo el descenso es por la conocida "Paleta del Pintor", esa suerte de mezcla de colores en el cerro que parece haber sido el lugar en el que la naturaleza los depositó para luego pintar las montañas de la Quebrada de Humahuaca. De lejos es majestuosa y luce maravillosa; de cerca es demoledora. Lo saben las pantorillas, las rodillas y los pies. Cada paso es un desafío.

Llegar hasta el río Grande es un bálsamo pero aún restan siete kilómetros. El camino hacia Tilcara es en ascenso permanente y leve por una senda que acompaña al río. Luego de trotar por medio de campos sembrados con hortalizas y flores, en medio de humildes casas, se llega hasta los pies del histórico Pucará y en minutos se alcanza el punto más alto del camino: el puente ferroviario.

Desde este lugar todo será descenso hacia la plaza principal. A trotar de nuevo con la certeza de que nada ni nadie podrá interponerse en la llegada. Igual, no vale relajarse porque el cuerpo siente el esfuerzo y lo manifiesta. Tras doblar en una esquina, a 300 metros aparece la figura del arco inflable de la meta que siete horas antes fue el lugar de partida.


Pasar por debajo del inflable arranca la más profunda sonrisa y satisfacción que pueda sentir alguien que eligió las carreras de aventura. Trotar por las sendas que rodean a Tilcara y haber llegado a la meta con cara de "feliz cumpleaños" ha sido de un hermosa satisfacción. Guardo en mi memoria los maravillosos paisajes que me han acompañado y la eterna caricia del viento andino.



PD: la sorpresa de esta aventura fue que cuando me retiraba de la meta uno de los organizadores me llamó y me dijo: "saliste segundo en tu categoría, mañana es la premiación, nos vemos ahí". Me di vuelta y sonreí de nuevo.







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