06 octubre 2018

Rubén Goldin, trova, encuentro y amor


 5 de octubre de 2018, 22.30, Casa de la Cultura de Tafí Viejo. Sala llena, se encienden las luces del escenario y en un abrir y cerrar de ojos se sienta y acomoda en medio de dos guitarras Rubén Goldin. De espíritu indómito, músico, compositor, docente, arreglador y cantante, este rosarino forma parte de una camada de artistas comprometidos con su tiempo que fueron conocidos como "la Trova Rosarina".

Junto a Lalo de los Santos, Jorge Fandermole y Adrián Abonizio grabaron el disco "Rosarinos", una suerte de "buque insignia" para quien quiera saber de qué se trata la trova de Rosario, Santa Fe. A
esos nombres se suman los de otros imprescindibles como Silvina Garré, Juan Carlos Baglietto y Fito Páez, por citar sólo a tres. Ahí, en medio de estos animales de la música estaba Rubén Goldin.

Llegó a Tafí Viejo por segunda vez. Apenas arrancó se notó que ya conocía el terreno y no jugaba de absoluto visitante. Igual, en sus entrevistas siempre advierte que cada uno de sus recitales es único. La platea era mayoritariamente de espectadores de 40 años para arriba, también había menores pero estaban en absoluta desventaja. Nada casual: Rubén fue una de las voces claves para quienes aman la música nacional y su adolescencia fue entre los 80 y 90, en donde las temas de Goldin formaron parte de una jugosa etapa. Uno podría imaginarse que se trata de un artista ya entrado en unos cuantos años: error. Goldín tiene 63, nació el 26 de enero de 1955. Qué año, el del golpe a Juan Domingo Perón, perpetrado por la "Revolución Libertadora", que nada tuvo de revolución ni de libertadora.


Pura trova

Dos palabras y Goldin arranca con el clásico "Las cosas que uno quiere". Qué clásico, clasicazo. A la mandíbula de la platea que se aplaudió todo. Ahí nomás el aire de zamba "Que nada termine" que entre sus versos dice:  "Cuando la tristeza me muerde los pies / le digo que aquí no tiene comida / que se vaya lejos, lejos de mi vida / con este amor no podrá". Belleza.

Después habló de su entrañable amigo Jorge Fandermole y desgranó algunas anécdotas, antes de cantar de su autoría "Corazón de luz y sombra". Contó, por ejemplo, que esa canción fue escrita por Fandermole para una mujer a la que no podía nombrar aunque sí lo hace en el verso "nombre femenino de un ángel armado" (o sea, Gabriela).

Sin pausa presentó "Casa submarina", dulce y hermosa canción de amor dedicada a una de sus ex esposas. Confesó que el tema le trajo algún entredicho cuando se separó de la destinataria original, aunque a alguna luego le gustó e hizo todo lo posible para que Rubén se olvidara del origen de "Casa submarina". Risas cómplices de la platea.

Contó que una noche se estaba bañando cuando eso que algunos llaman inspiración llegó hasta él y luego, en menos de dos horas, escribió el clásico "El ogro y la bruja", que se trata del amor entre una bruja hermosa y malvada y un ogro que la enamoró. Una fábula inversa a la tradicional que pinta a las brujas como feas de toda fealdad. "En el bosque, un día de sol / se encontraron frente a frente los dos: / le clavó su mirada la bruja malvada / para ver si podía con su magia ahuyentarlo / pero el ogro sonriendo y cantando / el hechizo rompió".

Compartió con la platea su encuentro con el Flaco Spinetta. "No éramos amigos pero cuando me mudé a Buenos Aires llevábamos nuestros hijos mayores a un colegio privado. Nos veíamos casi a diario. Luego, por la falta de guita nos encontramos en la misma escuela pública a la que cambiamos a nuestros hijos. No puedo decir que haya sido su amigo pero pude compartir con él algunas mateadas y juntadas. ¡Que viva la escuela pública! (exclamó)". Aplausos. Y en nada interpretó "Tres palabras", que nació y fue dedicada a Spinetta. Belleza



Sorpresas

Ahí nomás confesó que le hubiera gustado componer lo que iba a cantar. Nada menos que "El último café" -de Cátulo Castillo-, mezcla de tango, bolero y jazz en su exquisitiva versión. La platea enmudeció. Y cuando la sorpresa aún sobrevolaba la sala presentó lo que llamó "el momento del rock". Y le entró a "Zona de promesas" del Gustavo Cerati. Piel de gallina, mazazo al corazón. Sin mediar, arrancó después con "Lunes por la madrugada", de Los Abuelos de la Nada, en versión con influencia de bossa nova. Una genialidad.


Folclore

Cuando aún la platea trataba de despabilarse de la sorpresa, el rosarino puso sobre la mesa sus propias versiones de temas folclóricos. Al fin y al cabo, esas canciones nos acompañan desde la niñez hasta que cada uno decide para qué rumbo tomar. Entregó "Alma guaraní" pero todos los aplausos fueron para "Zamba del Chaguanco", quizás haya tenido que ver lo inesperado y esa debilidad que tenemos los tucumanos por las zambas.

Cuando aún no se habían terminado los aplausos interpretó, pidiendo disculpas por su versión rosarina, "La vicuñita", una canción anónima de la música andina latinoamericana que fue recopilada por Leda Valladares. Una caricia.




Súper plus

"Amarcord" fue la puerta de entrada para la recta final del encuentro porque el recital mutó en eso en algún momento, sin que nos diéramos cuenta. Un encuentro. Tomó agua y en tono de confesión recordó que cuando vivía en un altillo, en sus tiempos de escasez, se le apareció la imagen de Freud mientras dormía y allí nació "Sueño de una valeriana", una de sus canciones más conocidas que fue acompañada por la platea. Cuánta belleza. "Hay algo que dejé de hacer y aún hoy me llama / cerrar la puerta no es ninguna solución / yo sé, no voy a parar ..."

Le siguió "Media luz en París", que cerró enganchando "Amándote", de Jaime Ross. Habló luego de su cambio de vida a Buenos Aires. "Cuantos miles de individuos solitarios en los cruces de las peatonales, esa imagen me sorprendió" confesó. Y así nació "Basura en colores". Se paró para la despedida pero fueron tantos, tantos los aplausos que volvió a sentarse.

Tomó una de sus guitarras y dijo que por Caetano Veloso llegó a "Tonada de luna llena", de Simón Díaz. Posó la guitarra sobre sus piernas, abrió sus brazos y cantó a capela. Silencio total. Cierre, un segundo de silencio. Aplausos a rabiar. Fuerte.

Cuando todo parecía que terminaba compartió su versión de "Mundo agradable" de Serú Girán. Invitó a cantarla entre todos. Alto coro fue la platea. Y ahora sí cerró con el ochentoso "Hagamos algo" que también fue acompañada por los "más 40" de la sala. Puro optimismo.  "Y si yo muevo al mundo / y por vos, gira el mundo / aún nos queda algo en el corazón". Se encendieron las luces. De pié, así pasó la misa Goldin. Todos contentos, plenos de tanta trova, rock, folclore y listos para el amor.


PD: Goldin le puso toda la onda al recital y todos lo disfrutamos. Quizás con un mejor micrófono se podría haber apreciado más su bien conservada y cuidada voz. Un detalle.

Gracias a Marcos Acevedo y a todo el equipo de la Secretaría de Culturas de la Municipalidad de Tafí Viejo que pusieron todo para que se concrete el recital. También gracias a Déborah Solórzano y Ricardo "Chanfaina" Di Clemente, los anfitriones de Goldin.


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