17 enero 2007

Esta en nosotros

“Somos herederos de la duda y el temor
somos alquimistas de la nueva revolución” (Raly Barrionuevo)

No hay duda de ello, nadie discute hoy que la historia no es un proceso lineal. Al contrario, su principal protagonista es el pueblo, los hombres, y por lo tanto, está marcada por sus propias contradicciones.
Sin embargo, cada momento, cada etapa, cada instante tiene sus protagonistas. Por acción u omisión. Por decisión política, por temor o tibieza. Nada es casual.
Así está hecha nuestra historia reciente. Todo parece tan lejano y tan cerca a la vez. Las postales, las fotografías tienen aún una fuerza incontrastable: Poncho y patillas, el festejo por las privatizaciones, la pizza y el champán, “ramal que para, ramal que cierra”. Indultos. Desaparición del Estado (por un Estado inútil). Relaciones carnales. Palito Ortega al poder. Bussi gobernador. Bonos. El “somos más” aliancista. Fernando de la Duda. Blindaje. Corralito, 19 y 20 de diciembre/2001. Saqueos. Cinco presidentes. Duhalde. Asesinato de Kostequi y Santillán. Desnutrición en Tucumán: Miranda y Cía. Adelanto de las elecciones. Kirchner y Menem en la recta final: Kirchner. Un nuevo tiempo. En medio de todo: el pueblo (la gente: denominación que comenzó a acuñarse en los 90 por temor a que “pueblo” sonara a setentista. Además, afín al pensamiento único de que las ideologías habían muerto-¿?-)
Obviamente, nuestro país no es apto para cardíacos, aunque seguramente mucho más rico en matices y experiencias que la previsible Suiza o la gélida Noruega. Y aquí estamos nosotros. Hijos de un tiempo complicado, criados en medio de un cambalache, todos manoseados.
Para quienes pintamos más de 30 años nos parece que el tiempo al que asistimos es sencillamente maravilloso. Pero a no relajarse. No basta con que hoy podamos hablar en voz alta sobre distribución de la riqueza y derechos humanos. No basta. Quienes defienden los antiguos derechos de las minorías están esperando un desliz, un traspié, una duda, para hacer lo suyo: mantener el status quo.
Esta etapa es el fruto de mucha lucha, compromiso y coraje. Coraje de un Presidente, Néstor Kirchner, que supo leer en el nuevo tiempo las necesidades populares. Sus reclamos y sueños. Sus dolores y ansiedades. Esta en nosotros que sepamos encontrar el pulso de la historia y asumamos el rol de alquimistas de la nueva revolución, del cambio. Es decir, que seamos efectivos mensajeros de la lucha, la verdad y sobre todo, la dignidad.
Claro, no es fácil, porque nos toca construir sobre una cruda realidad. A cada paso una sorpresa, un escollo, una barrera por superar. Y obviamente, nuestra provincia, no está al margen. Muy por el contrario. Una mirada ajena apenas podría creer que quien hoy pasa sus grises días en el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga, hace no mucho tiempo ocupó el Sillón de Lucas Córdoba. Fue gobernador. Así es Tucumán, lleno de matices.
Por eso, el piso desde el que debemos reconstruir la política es muy bajo. Desde los mismos cimientos. De allí la necesidad de hacer una lectura correcta sobre lo que le pasa a nuestro pueblo. Parafraseando al asesinado monseñor Luis Angelelli, nuestra acción debe tener un solo horizonte, de acuerdo a la siguiente premisa: “Con un oído siempre en el pueblo”.
Esto requerirá de un efectivo ejercicio de reflexión y de acción. Esta última, sobre todo, porque es la que irá dejando mojones a lo largo del camino que estamos construyendo y será la guía que permitirá que los compañeros que asisten con esperanza, pero con desconcierto ideológico, al nuevo tiempo, sean capaces de convertirse en eslabones de una interminable red que deberá recuperar la política como la herramienta para mejorar la vida de los tucumanos. Esta en nosotros.

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