02 marzo 2007

La Pachamama 2007, doña Paulina


Vive sola en Ampimpa, a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, y camina varios kilómetros todos los días para buscar leña. Es doña Paulina Chocobar quien fue elegida “Pachamama 2007”. Pese a sus 78 años, es la Madre Tierra más joven que se eligió en Amaicha del Valle, donde el pasado fin de semana se realizó la tradicional Fiesta Nacional de la Pachamama, unos de los encuentros folklóricos tradicionales del Noroeste.
La representante de la Madre Tierra vive sola en Ampimpa, en una humilde casa de adobe rodeada por cardones y álamos, a 6 kilómetros de Amaicha.
La anciana es viuda de Agustín Fabián, quien durante muchos años fue parte del séquito de la deidad nativa, desempeñándose como Yajstay. Murió enfermo el año pasado. A pesar de sus años, doña Paulina es capaz de caminar kilómetros todos los días, en busca de leña para el horno de barro con el que cocina. La noticia de su elección la conoció ayer de parte de un representante de la comunidad aborigen.“Les he dicho que no sé leer y tampoco entonar coplas. Lo que sí sé es tocar la caja. Me dijeron que tenía condiciones para ser Pachamama. Pensar que si viviera Agustín, me iba a tener que acompañar. Pero el pobre no pudo salir de su enfermedad”, declaró en una entrevista a un diario tucumano.Según algunos miembros de la comunidad aborigen, la elección de la Pachamama 2007 fue bastante complicada. “Hay ancianas mucho mayores que doña Paulina, pero sucede que no quisieron aceptar el atributo porque tienen la creencia de que al año de ser elegidas van a morir. Es que con algunas sucedió así, pero ya venían enfermas desde mucho antes de ser elegidas”, comentó María de Vargas.Doña Paulina tiene un hijo, un nieto y varios bisnietos. “La soledad ya no me molesta. Mi actividad comienza a las 5, cuando me levanto a tomar mate. Después muelo maíz para la mazamorra o salgo a pie a buscar leña. Antes lo hacía en un burro que desapareció hace días”, relató. Doña Paulina fue zafrera. Ella y su esposo solían ir a Santa Lucía, en el llano tucumano, donde antes había un ingenio azucarero, para cosechar caña. “Fueron tiempos duros en que uno movía el machete desde la mañana hasta la noche. Se laburaba mucho, pero también se ganaba bien”, recordó. La Pachamama sobrevive ahora con una pensión de 250 pesos. “Con esa platita compro todos los meses mercadería para cocinar. No me falta nada, porque además al pan y los dulces los hago yo”, explicó.


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