Por alguna razón que aún no descubrí la Quebrada de Humahuaca se convirtió en mi destino preferido durante el carnaval, esa celebración que hunde sus raíces en los pueblos originarios. Año tras año, miles de argentinos peregrinan hacia los pueblos que han crecido a ambos márgenes del río Grande en busca de la fiesta de aroma a albahaca.
Entre los encuentros se destaca el Martes de Chaya de los Músicos que se realiza en la plaza chica de Tilcara, frente a la casa del músico Tukuta Gordillo. La tradición señala que esta jornada, 24 horas antes del miércoles de ceniza (el primer día de la Cuaresma católica), se destina a agradecer a la Pachamama por todo lo logrado en el último año y se piden bendiciones para el año entrante.
¿Cómo se chaya? Simple. Sobre brasas se arroja un sahumerio y ese humo debe tocar los objetos, que pueden ser una casa, un auto, un comercio y hasta instrumentos de música. Debido al clima festivo
que prevalece en la Quebrada, sobre los objetos a chayar también se arrojan nieve, talco, papel picado y serpentinas.
El encuentro en lo de Tukuta nació hace más de una década y cuenta con el apoyo silencioso de Carlos West Ocampo, un sindicalista que se enamoró hace más de 30 años de los paisajes quebradeños.
Este martes de chaya de 2017 Tilcara amaneció con lluvia y el cielo gris auguraba un día pasado por agua, por lo que algunos ponían en duda la realización del encuentro. Igual, los preparativos no se suspendieron y minutos antes del mediodía Tukuta miró al cielo y con una sonrisa cómplice agradeció que las nubes comenzaran a disiparse. La fiesta estaba en marcha.
Cerca de las dos de la tarde, veinte corderos lucían asados a punto en parrillas interminables. Los asadores cortaban y distribuían porciones a todo aquel que quisiera acercarse a compartir con los músicos, una excusa para el verdadero encuentro, el del mensaje de la tierra que encontró cobijo en las gargantas de las copleras.
Antes del canto, el anfitrión tomó el micrófono y desde su ancho pecho salió su voz ronca que invitó a participar del ritual de agradecimiento a la Pachamama, a quien se le convidó vino, agua, alimentos, hojas de coca y semillas de los frutos de la tierra.
Tras este emotivo momento y luego de la arenga de Tukuta para defender la tradición que heredamos de los pueblos originarios, comenzó el largo recital, sin escenario. No hay barreras físicas entre los músicos, los invitados, los amigos de los músicos y curiosos, precisamente porque se trata de una comunión en la que prevalece el respeto.
El canto de las copleras le dio inicio a la Chaya de los Músicos y marcaría el sentido de ese momento. Sólo hay que saber escuchar y abrir el corazón. Le siguió la fuerza de Micaela Chauque. Nacida en Iruya, es una de las mejores intérpretes de la quena, un instrumento que hasta no hace muchos años era de uso exclusivo de los hombres.
Invitó a otros músicos a sumarse y con un coro de los más diversos instrumentos de viento entregó un rosario de bailecitos y carnavalitos que armaron la fiesta. Después, Tukuta tomó el micrófono, arengó a los presentes con pedidos para que se apoyen las producciones de artistas nacionales y presentó al tucumano Claudio Sosa.
El monterizo abrió con una zamba, no podría ser de otra manera, y le hizo un tributo al Coya Mercado, fallecido en 2010, en Tilcara. Maestro e instrumentista, fue autor de temas muy conocidos del repertorio de tradicional como Soy de la Puna, Clavelito Tilcareño y Linda Purmamarqueñita. La actuación del tucumano arrancó muchos aplausos y algunos nos quedamos con las ganas de escuchar un poco más de su canto.
Sin perder tiempo, la intérprete tucumana Adriana Tula, acompañada por la exquisita guitarra de Peter Wurschmidt, entregó un repertorio de zambas y charareras tucumanas que coronó con temas brasileños, como María María, de Fernando Brant y Milton Nascimento.
Los atardeceres tilcareños son exquisitos. A esa hora, cuando los últimos rayos del sol coronan los cerros, la honda voz de Tomás Lipán fue puro canto originario con sabor a carnaval. No podía ser de otra manera. Otra vez a bailar, a festejar y agradecer. Puro talco y serpentinas.
Con las últimas luces del martes y para sorpresa de muchos, no así para quienes disfrutamos otros años de esta fiesta, fue el turno del Indio Benavente y su pareja. Este bailarín de tango, mezcla de academia y sabor popular, que se presenta los domingos en la porteña plaza de San Telmo, dejó boquiabiertos a unos cuantos. Demostró que el tributo a la Pachamama también es posible con otros sonidos y otros ritmos. El secreto está en la entrega.
Al mismo tiempo que se prendían las primeras luces de la plaza apareció entre los micrófonos un changuito que participa de esta cita desde hace varios años. En los primeros no tenía la popularidad que ahora lo acompaña, fruto del trabajo y de su innegociable y evidente compromiso con los pueblos originarios, su canto y tradición: el jujeño Bruno Arias.
Se paró frente al micrófono y con poca convicción anunció que sólo haría tres temas por temor a que su voz lo abandonara, cansada por una seguidilla de recitales recientes. Falso. Bruno demostró una vez más porqué el afecto lo rodea. Fue pura entrega y entre tema y tema no ocultó sus simpatías; pidió por la libertad de Milagro Sala y el apoyo a la cultura y sus artistas.
Florcitay, Singani Congani, Colla en la ciudad, Olor a carnaval, Caminantes, Marta Juana González, Chaguito voz de urpila y Cinco siglos resistiendo fueron algunas de las canciones con las que Bruno encendió la entrada noche tilcareña. Fue una hora con sabor a fiesta y despedida.
Así terminó el Martes de Chaya de los Músicos en lo de Tukuta Gordillo. En ese preciso momento comenzó la nostalgia a la espera del próximo . El carnaval empezaba a soltarnos y nos enfrentaba a un año lleno de sueños y expectativas. Una hoja en blanco.
"Ya se me va haciendo tarde,
ya me voy a despedir;
vidita, dame la mano,
si el corazón no podís"
(Copla de Domingo Zerpa)
1 comentario:
Excelente relato, me hizo trasladar imaginariamente al maravilloso encuentro en la puna. Que lindas son las raíces. Mariano
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