La aleación con magnesio le daba a los trozos de metal un brillo diferente ese mediodía de agosto a pleno sol, a 4.200 metros sobre el nivel del mar, en medio de una quebrada en cercanías de Tafí del Valle. ¿Qué hacían allí esos restos deformes que conservaban un suave color celeste? ¿De qué eran?
Ese domingo llegamos a las 9 al lugar de partida de una travesía, ubicado sobre la ruta provincial 307, a 2.900 metros sobre el nivel del mar, al oeste de Tucumán. Esa vía une a la llanura tucumana con la turística ciudad de Tafí del Valle, el paso obligado para llegar hasta Amaicha del Valle, del lado del Valle del Yocavil. Allí también se encuentran Colalao del Valle, todavía en suelo tucumano, y Cafayate, ya en Salta, pintorescos pueblos que están unidos por la mítica ruta 40.
Con un grupo de apasionados por las sendas de montaña de Rumbo Norte nos dispusimos a recorrer la Quebrada del Barón, que lleva ese nombre porque justo por ahí llegaron los españoles para someter