"Mi año comienza una vez que termina el carnaval en la Quebrada de Humahuaca". Empecé hace unos años a decirlo a mis amigos.
El carnaval se vive de un modo especial en los pueblos jujeños de Tilcara, Maimará, Uquía y Huacalera, alguna vez habitados por bravos pueblos originarios. Aún derrotados por la conquista española, dejaron una huella imperecedera, en el arte, la lengua, la música, la gastronomía y sobre
todo, en la relación de sus mujeres y hombres con la tierra: la Pachamama.
Esta unión es desentrañable, casi lejana, aún para quienes visitamos esos lugares a menudo. Igual se me hace un nudo en la garganta cuando siento su energía en las tripas, en el corazón. Es el grito de la vida que se mete por los poros, por los ojos, por los olores, los sonidos y los abrazos. Es el grito de la chaya.
Cada año es una sorpresa
La peña Altitud, creada por Miguel Llave, el músico que fusionó los ritmos de la Quebrada con el jazz, que falleció en 2014, debería ser una visitada obligada para los amantes del canto popular.
El lunes 12 de febrero abrió la noche la cantora tucumana Adriana Tula acompañada Peter Wurschmidt y su inseparable guitarra. Su voz, más sentida que potente y estridente, acaricia los versos de las letras que llegan a sus manos.
Entregó un repertorio esencialmente tucumano con temas de Rubén Cruz, Chichí Costello, Néstor Soria y de su hija Luciana Tagliapietra, que coronó con "Gracias a la vida" de Violeta Parra y "Cinco siglos igual" de León Gieco.
Tula hizo un paréntesis e invitó a Tukuta Gordillo, quien interpretó la zamba "Bollerita de Tilcara" que le pertenece y "Los obreros de Morón", canción de Jorge Marziali.
Conocedor de los secretos de los instrumentos de viento de la Puna, Tukuta nació en Maimará y se afincó en Tilcara. Es hijo de un minero boliviano y de una potosina. Desde niño conoció el misterio de la música andina de manos de su abuelo Félix, peruano y minero. Gordillo es hoy uno de los impulsores de un encuentro de músicos que se realiza el "martes de chaya" y que ya es una tradición.
La sorpresa de la noche fue cuando anunció que en una de las mesas de la peña se encontraba el poeta y músico Willy Alfaro, de Tupiza, Bolivia, autor de temas que ya forman parte del repertorio tradicional de la música popular latinoamericana como "Rompe cantarito", "Tonada para Remedios", "Amorosa palomita" y "El locallito", entre otros. Alfaro se puso de pie y saludó en medio de interminables aplausos.
El erke macho
Alrededor de la medianoche fue el turno de Tomás Lipán. Nacido cerca de Purmamarca, adoptó como apellido artístico el lugar del paraje en donde nació: Lipán. Esa zona es conocida por la belleza que en cada curva entrega la "Cuesta de Lipán", tramo de la ruta nacional 52 que une a la Quebrada de Humahuaca con Chile, previo paso por Las Salinas Grandes.
Dueño de una voz profunda, similar a la del ronco sonido del erke, compartió un repertorio de carnavalitos, bailecitos y zambas. Emocionado, al borde de las lágrimas, dedicó parte de su canto a Alfaro, a quien le agradeció su aporte al canto latinoamericano.
Por fuera de lo que estaba previsto se atrevió a invitar a que Alfaro interpretara alguno de sus temas. Sin dudarlo, el tupiceño dejó su mesa, tomó uno de los micrófonos, contó algunas anécdotas y cantó, acompañado por un casi religioso silencio.
Fue una noche mágica, en donde los duendes de la tierra, del tiempo y de la Pachamama se pasearon, orondos, por cada una de las mesas de la peña. Cuando miré mi relój habían pasado tres horas. Maravilloso.
Al salir a la vereda el olor de la albahaca, típico aroma del carnaval, fue un plus inesperado para el descanso necesario, pleno de gozo.
La chaya de la placita
Cuando hace nueve años llegué al carnaval tilcareño alguien me recomendó no faltar al "martes de chaya de los músicos" que se realiza en la plaza chica, a una cuadra de la plaza principal, frente a la antigua iglesia.
La cabeza visible de este encuentro es Tukuta Gordillo pero cuenta con el apoyo de mecenas amantes de la música popular y sobre todo, de los músicos que asisten desde distintos puntos del país. Previo homenaje con ofrendas a la Pachamama y almuerzo con corderos para todos, gratis, asados en una interminable parrilla, se arma la fiesta.
Esta vez, martes 13, el encuentro fue encabezado por el joven jujeño Bruno Arias. Nacido en El Carmen, se nutrió del compromiso del canto de Jorge Cafrune, quien también tuvo raíces en esa zona, y de las letras y los ritmos de la Puna.
Simple, sin dobleces y dueño de un carisma alejado de los atajos que favorecen una rápida empatía entre el público y un músico, Arias es ya una referencia para las nuevas camadas de artistas del país.
Esta "chaya de los músicos" se caracteriza por la cercanía entre los cantores y quienes se acercan a la placita. En el pequeño espacio que hay entre ambos, algunos bailarines entregan lo mejor de sí para complementar el ritual de la alegría, de la fiesta.
Disimulado, casi escondido, no quiso faltar a la cita Willy Alfaro, quien fue invitado por Arias para que lo acompañe en algunos temas. Y así fue para la alegría de todos. Un momento increíble que vaya uno a saber si se volverá a repetir.
Tampoco faltó a la cita Adriana Tula. Sus exquisitas versiones de zambas y chacareras complementaron la tarde, mientras algunos alzaron sus pañuelos y bailaron en el improvisado patio. También hubo destacados aplausos para un grupo de bailarines rusos que se sumó a la fiesta.
Sin perder tiempo, cuando Tukuta interpretó un tango, Pedro "el Indio" Benavente junto a su pareja, que ya forman parte del tradicional paisaje del porteño barrio de San Telmo, asombraron a todos con sus hermosos cortes y quebradas.
Tras esta postal bonaerense Gordillo presentó a Claudio Sosa. El camino fácil es presentarlo como sobrino de La Voz de América, Mercedes Sosa. A esta altura, este músico ya es mucho más que eso. Tucumano afincado en Pilar, Buenos Aires, su dulce canto comprometido es la voz de los sin voz, pobres, pueblos orginarios, desposeídos y marginados.
Sosa arrancó con un enganchado de bailecitos y la respuesta fueron los aplausos emocionados. Luego, invitó a que lo acompañe la cantora Mariel Cerezo, viuda del músico y poeta jujeño Kolla Mercado, en una versión de "Tonada para Remedios", dedicada a Alfaro. A sus voces se sumaron las de los presentes. Hermoso.
Para cerrar, regaló una sentida interpretación de "El olvidao" del Duende Garnica, chacarera que animó a varias parejas a bailar. Uno de los bailarines fue el mismo Willy Alfaro y entre todos cantaron los útimos versos. "Soy el olvidao, el mismo que un día / se puso de pie tragando tierra y saliva / camino hacia el sol para curar las heridas".
Cuando las oscuras nubes grises y una brisa fresca se asomó sobre Tilcara fue el turno de una invitada sorpresa: Milena Salamanca. Hija del músico maimareño Luis Salamanca, que reside desde su juventud en la ciudad de La Plata, esta joven de 23 años comenzó a hacer su propio camino.
De voz clara, intensa y dulce, Salamanca ofrendó algunos temas a Alfaro y la mejor respuesta del público, para ser su primera vez en la "chaya de los músicos", fue el silencio que se interrumpía sólo con aplausos. Cuando comenzaron las primeras gotas entregó un tema cantado en quechua, junto a otros músicos, entre los que se encontraba el charanguista Juan Cruz Torres, hijo de inmenso Jaime Torres.
Así cerró una nueva edición de la chaya de la placita, una cita que si los organizadores cuidan con el cariño y la entrega con la que lo hicieron hasta ahora, seguro se convertirá en una cita ineludible y necesaria.
Esta es solo una parte, quizá la más pequeña y visible de una fecha que es cada vez más imprescindible en mi calendario anual. La felicidad, el amor de la tierra y la energía que se me ofrecen a cambio de respeto, hinchan mi corazón de un modo casi indescriptible.
"Mi año comienza una vez que termina el carnaval en la Quebrada de Humahuaca". Que así sea.
Momentos
- Voy a guardar en mi memoria varias escenas jugosas. La primera, el abrazo intenso del primer encuentro entre Tomás Lipán y Willy Alfaro, en la peña Altitud. Frente a mis ojos, dos artistas imprescindibles al fin se conocían y fue evidente ese gozo.
- Otra escena también tuvo como protagonista a Alfaro. Esta vez, Claudio Sosa descubrió que estaba sentado a su lado mientras disfrutaba de la voz de Adriana Tula el "martes de chaya de los músicos". Como un niño emocionado que recibe el regalo que tanto había deseado, Sosa no sabía que hacer con sus manos, con sus ojos, ni tampoco sabía que decir. Pasado ese momento, lo abrazó y le habló al oído. Sólo ambos saben qué se prometieron.
- Los diablos son una parte escencial de la ritualidad carnavalera. Animan los encuentros, cantan, bailan, son la encarnación de la fiesta. Por eso, al girar en una esquina de Tilcara mientras caminaba no podía salir de mi asombro cuando vi a un grupo de diablos jugando al fútbol. Se habían tomado una pausa pero no para descansar, sino para hacer lo que todo niño hace en cuanto aprende a caminar: patear una pelota. Los diablos no iban a ser la excepción.
- Unos cuantos de los que estuvimos en la plaza chica nos quedamos con las ganas de escuchar la actuación de la banda tucumana Mano e Mono. Una indisposición de salud de su voz y líder Federico Falcón impidió que así sea. Quedará para el año que viene, una excusa más para volver a Tilcara.
1 comentario:
¡Me encantó! Qué placer leerte, se siente como si hubiera estado allí!
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