Mario hizo un silencio, su voz se quebró y lloró. No pudo parar. Hablaba y apenas se le entendían las palabras, cruzadas por sollozos y pedidos de disculpas. Es fuerte escuchar el llanto de un obrero de la actividad azucarera que lo único que hizo durante 39 años fue entregar su cuerpo a esa dura labor.
Mis primeros pasos en este oficio del periodismo fueron en radios FM y hoy continúo en ella. Quienes estamos varias horas al día frente al micrófono desarrollamos un fino oído para identificar
los tonos de voz porque nos ayuda a intuir los estados de ánimo de los entrevistados.
El jueves 11 de octubre, alrededor de las 11.30, la productora del programa que conduzco en Radio Universidad de la UNT, entró a los saltos al estudio para decirme que estaba listo en el teléfono Mario Díaz para que le hiciera una entrevista. Díaz es uno de los voceros de los 400 trabajadores del ingenio azucarero San Juan, que se encuentra al este de San Miguel de Tucumán, en el municipio de Banda del Río Salí, uno de los más golpeados por la desocupación. Allí vive un alto porcentaje de los 214.750 tucumanos que se encuentran debajo de la línea de la pobreza, de acuerdo a los datos oficiales del INDEC, de septiembre.
De crisis en crisis
La planta, una de las más antiguas de la provincia, atravesó por varias crisis en la última década pero jamás dejó de moler hasta este año. Un laberinto económico judicial dejó a la intemperie a los trabajadores después de que abriera sus puertas sólo durante cinco días. Desde ese momento, todo fue cuesta arriba para los empleados.
Hubo marchas, cortes de calles, quema de gomas y asambleas frente a la planta, reuniones con concejales, legisladores y con funcionarios de los gobiernos municipal y provincial. No les faltó hacer nada, o casi nada. Golpearon todas las puertas posibles pero el ingenio no molió. Pasaron las semanas, los meses, y se acabaron los pocos pesos con los que contaban.
Entre todos decidieron montar una olla popular en las puertas de la fábrica, no sólo para sostener el pedido de ayuda, también para garantizarse la comida más importante del día. Guisos, polentas y sopas; las compañeras de los obreros cocinan con lo que hay, hacen magia con las donaciones que consiguen de comercios amigos y vecinos. Por las tardes, ya en sus casas, mate cocido con pan casero; y por las noches, lo mismo.
La esperanza
Mario Díaz me contó entusiasmado que estaba apareciendo una luz de esperanza. Que esta vez sí el juzgado se iba a pronunciar con rapidez para entregar la planta a un empresario. "La zafra terminó pero al menos 200 podremos ingresar a realizar todos los preparativos para la del año próximo. Ojalá se resuelva rápido", mezcla de información y ruego. Y así siguió la entrevista por el lado del conflicto.
Cuando le pregunté hace cuánto no cobraba un peso, que no veía un sueldo, Díaz hizo un silencio de dos segundos, que en radio es una eternidad, y me dijo: "Hace como seis o siete meses que no sé que es cobrar, esto se está poniendo muy mal; necesitamos que se resuelva rápido la situación".
El dolor
Unos segundos después la voz de Díaz se transformó y fue puro llanto. Desconozco ese rostro, esos ojos, esas manos callosas, la piel curtida por el calor abrasador del ingenio pero no fue difícil imaginar a ese obrero quebrado por el fantasma de la desocupación, a punto de cumplir 60 años. "Hace 39 años que trabajo en el ingenio, no sé hacer otra cosa, que nos den una solución, que alguien haga algo por nosotros", suplicó.
Enmudecí y Díaz, entre sollozos, agregó: "Les pido perdón a quienes afectamos por los cortes de calles, sé que se enojan con nosotros pero la diferencia entre ellos y nosotros es que ellos tienen trabajo, nosotros no. Ya no sabemos qué hacer".
Sin posibilidad alguna de que pudiera preguntar, agregó: "es humillante tener que comer en la olla popular pero es lo único que tenemos. Y cuando esta no funciona tenemos que ir a la casa de algún hijo mayor a pedir un plato de comida para compartir lo que le tocaba a los nietos. Estamos sufriendo y eso mucha gente no ve".
La entrevista cerró con un gracias por habernos permitido conocer un poco de ese sufrimiento que requiere del mejor esfuerzo de quienes tienen en sus manos la posibilidad de dar una respuesta. El saludo de Mario Díaz fue inmenso como una casa: "es al revés, gracias a ustedes por abrirnos esos micrófonos para que sepan de nosotros, no nos olviden".
Señor juez
Por esos días, Víctor Raúl Carlos, designado juez subrogante, debería resolver sobre la deuda que mantiene la empresa Tecnocontrol SA, en concepto de salarios y que asciende a alrededor de $ 32 millones; y evaluar si hay nuevas ofertas de arrendamiento.
Para hacer frente a las deudas, los dueños del Complejo Agroindustrial San Juan SA y la Justicia deberían acordar la venta de terrenos que el ingenio posee en la localidad de San Andrés. Con esto, la empresa solucionaría la disputa que mantiene con los trabajadores pero nada más que eso.
1 comentario:
Cuanto dolor y cuanta verdad en las palabras de Mario. Muestra en su relato la situación laboral y económica por la que atraviesan muchas familias tucumanas. Sus palabras hablan de lucha, de solidaridad, de conciencia de clase....trabajadores de la caña...obreros que sienten que junto al ingenio se debilitan aspectos de su identidad " casi 60 años(...) hace 39 años que trabajo en el ingenio, no se hacer otra cosa " Ojalá se abran para estos trabajadores todas las puertas que tocaron y todas las conciencias de quienes pueden dar solución favorable a estos obreros tucumanos y sus familias.
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